Cómo se inicia una narración
Iniciar una narración
implica diferentes cuestiones: de dónde nace; cómo comenzarla y por dónde
comenzar.
¿De dónde nace un
relato? De todo lo que atañe al ser humano y que vivencia más o menos
conscientemente.
De las maneras de
comenzarlo dependerá el interés o el desinterés que el relato despierte en el
lector.
Por dónde comenzar, a su
vez, se refiere a cuál es el punto más conveniente de nuestro relato para
convertirse en el párrafo inicial.
Los tres aspectos
señalados funcionan simultáneamente en la práctica, pero desarrollarlos por
separado nos permitirá reflexionar acerca de ellos y encontrar nuevos recursos.
De dónde nacen los relatos
Chandler
decía que una de sus peculiaridades y dificultades como escritor era que no
descartaba nada. A la vez, su razón para empezar a escribir era un sentimiento
ineludible, decía que se hubiera hundido si no se hubiera puesto a escribir
cada vez que ese sentimiento lo atacaba. Tanto hacerlo compulsivamente como no
descartar nada son motivaciones para comenzar.
No
descartar nada significa:
1 Escribir comienzos de
relatos en el momento que se nos ocurren y sin prejuzgare su valor.
2 Escribir tanto lo que se
vive como lo que se imagina: aunque imaginar es, en realidad, una manera de
vivir.
Estar dispuesto a escribir
Estar
en disposición de escribir no es para todos lo mismo ni es para cada uno igual
en distintos momentos. El punto de partida para comenzar a escribir un texto
puede ser de diversos tipos. Lo importante es no dejar pasar por alto ninguno
de ellos.
Veamos
algunos posibles puntos de partida u orígenes de textos y ejemplos de algunos
escritores:
Una impresión
Hay
impresiones perdurables que más pronto o más tarde pueden ser motivadoras del
comienzo de un relato.
Así
nos cuenta José Luis Sampedro en el principio de su novela El río que nos lleva:
“Tenía yo
trece años y acababa de llegar a Aranjuez cuando me hice amigo de otros
muchachos de mi edad con quienes, al llegar el verano, acudía a bañarme en el
Tajo cada día. Hasta que cierta mañana de agosto nos fue imposible zambullirnos
porque el río estaba como entarimado; es decir, completamente cubierto de
troncos flotantes que unos hombres, saltando sobre ellos o desde la orilla y
empujándolos o atrayéndolos con un gancho al extremo de una vara, conducían
hacia el resbaladero de una presa, desde donde continuaban flotando río abajo
hasta la playa (…). Aquellos hombres, rudos y elementales, pastores de tronco
sobre el río, me impresionaron tanto (…) que nunca pude olvidarlos.”
Imágenes evocadas
Las
imágenes suelen ser evocaciones imborrables. Dice Juan Marsé:
“Mis novelas
parten de imágenes. Existe una serie de imágenes básicas que te obsesionan, que
arrastro del pasado, experiencias personales o cosas que te han contado, no
distingo entre ambas. La suma de varias combinadas me proporciona no una idea
sino la posibilidad de comenzar o continuar una historia.”
Un deseo
Es
conocido el hecho de que a muchos escritores los persiguen sus obsesiones y
logran liberarse de ellas transformándolas, convirtiéndolas en materia prima
para un relato o en el relato mismo.
Así
Umberto Eco dice que escribió El nombre de la rosa porque tenía ganas de
envenenar a un monje.
Un
buen modo de superar esa obsesión fue construir un mundo y una situación que le
permitieran “hacerla realidad”.
Los cinco sentidos
La
vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato son nuestros cables con el
mundo, Se trata de percibir y aprovechar las imágenes generadas por nuestros
sentidos:
La vista
Uno
participa involuntariamente de situaciones inesperadas que hay que registrar
porque pueden darnos pie a un comienzo de narración. O buscar otras
voluntariamente.
Por
ejemplo, el encuentro con dos ancianas cogidas del brazo caminando por la calle
nos puede proporcionar un comienzo que tenga relación con la nostalgia.
El oído
Lo
mismo que con la vista ocurre con el oído. Oímos sin escuchar, pero escuchar es
el objetivo para rescatar imágenes.
Por
ejemplo, el ladrido permanente de un perro en el pequeño balcón enfrentado a
nuestra casa nos puede proporcionar un comienzo que insinúe abandono.
El tacto
Tocar
no es un acto similar a ver ni a oír. Es un acto más voluntario.
Por
ejemplo, el contraste entre una superficie lisa como un cristal y una rugosa
como el de una piedra erosionada, nos puede proporcionar un comienzo que tenga
reminiscencias de un espacio sin vida presente.
El gusto
Un
sabor tiene que ver, generalmente, con las raíces de uno. Saborear la comida de
la infancia nos puede llevar al campo de la evocación ma, o menos, placentera.
El olfato
Muchos
son los escritores que emplean un aroma como evocación. De hecho, los lugares
tienen olores característicos: el del mar, el de los países tropicales, etc.
La sugerencia:
Dedicar
una hora cada dos o tres días a buscar principios de relatos de modo
consciente, distinguiendo entre los diferentes puntos de partida posibles.
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