Autorretrato
Retratarse uno mismo
implica un reconocimiento de aquello que vemos en el espejo o que nos cuentan
los otros; más que reconocimiento, es un medio de conocimiento.
El autorretrato es una
descripción tanto física como psíquica cuyo efecto es narrativo. Es decir que
se describe para contar algo de la persona que describe. Por lo tanto, el
narrador es uno de los que emplean la primera persona: yo.
Como punto de vista
desde el cual se enfoca resulta más limitado si se trata de la descripción
externa que de la interna. Hay que tener muy en cuenta estos aspectos si
nuestra intención es escribir una novela o un cuento cuyo protagonista es un
personaje que se autorretrata.
La descripción externa
¿Cómo
somos “por detrás”? ¿Qué referentes tenemos de nuestra manera de caminar?
Definirnos exactamente de espaldas o en movimiento, por ejemplo, sería
imposible sin el aporte de los demás que nos informan: “te convendrá hacer
gimnasia, caminas encorvado”; “tienes polvillo en la espalda, déjame que te
limpie”. También podemos averiguarlo a
través del espejo o de un vídeo en el que nos observemos a nosotros mismos.
Cuántas veces nos quedamos mirando una fotografía sin reconocernos. O, tal vez,
sin conocernos. Precisamente, encarar una descripción externa es ahondar en
nuestro propio conocimiento.
Modos de autorretratarse
Son
diferentes los modos de enfrentar este tipo de descripciones. Cada uno de estos
modos puede dar lugar a la creación de una personalidad diferente.
Decíamos
que autorretratarnos puede ser una práctica para conocernos.
Por
ejemplo, de acuerdo al orden en que expongamos nuestras cualidades o nuestros
defectos, comprenderemos cómo somos, si nos valorizamos o nos desvalorizamos.
No
señalamos esta cuestión desde el punto de vista psicológico, sino como otro
contacto con el mundo interno para aprovecharlo en la escritura.
Lo
observamos, entonces, indicando una serie de características físicas personales
y las indicamos en una determinada gradación.
Primera posibilidad
La
gradación es la siguiente:
1 El aspecto que consideramos agraciado.
2 Aspectos menos favorecedores que el primero.
3 Lo que consideramos un
defecto.
Ejemplo:
1 Sé que
mi pelo atrae miradas de envidia por sus reflejos rojizos.
2 Aunque
es demasiado rizado para mi gusto.
3 Y
las pecas dan una expresión tonta a mi cara.
Segunda posibilidad
La
gradación es la contraria a la anterior:
1 Lo que consideramos un defecto.
2 Otros defectos menores.
3 Lo que consideramos atractivo.
Ejemplo:
1 Tengo
la cara cubierta de pecas que me convierten en un monstruo.
2 Aunque mi
pelo es demasiado rizado.
3 Atrae
miradas de admiración por sus reflejos rojizos.
Otras posibilidades
- Explicar sólo lo negativo.
Ejemplo
Soy demasiado
delgado, tanto que me comparo con un arbusto; mis uñas son débiles y
quebradizas, mi pelo ralo y mis ojos demasiado hundidos.
- Explicar sólo lo positivo.
Ejemplo
Me miro las
pestañas y las cejas espesas y me alegro de haber heredado de mi abuelo también
los labios gruesos que están de moda y dicen que indican generosidad.
De lo personal a lo literario
En
cualquiera de los casos citados anteriormente, los enfoques personales pueden
constituir un obstáculo a la hora de escribir un relato y emplear el autorretrato
como técnica narrativa.
Son
enfoques parciales y subjetivos. Distanciarnos de nuestro gusto en cuanto a los
aspectos físicos de las personas es obligatorio para conseguir un buen cuento o
una buena novela.
Inventar en función de lo que conviene a la trama y no al
autor
|
En
consecuencia, cuando nos planteamos el autorretrato de un personaje, debemos
responder a las necesidades de la narración y no a nuestros gustos
particulares.
Veámoslo:
- Nosotros podemos considerar que, de
acuerdo con nuestros parámetros y con nuestra historia personal, un lunar
es una imperfección, y tener uno en cualquier parte del cuerpo, una
desgracia.
- Sin embargo, por determinadas
razones del relato, puede resultar adecuado que el personaje tenga en el
cuello precisamente un lunar y lo señale como algo positivo y seductor.
- En consecuencia, nuestro personaje
se referirá a su lunar como una ventaja; mientras que para nosotros sería
una desventaja.
Por
lo tanto, no hay que cerrarse en uno mismo y sus condicionamientos a la hora de
encarar un autorretrato. Una práctica efectiva es recabar opiniones acerca de
una característica física para ampliar el espectro.
Conclusión:
No hay que descartar la inevitable contradicción entre nuestros
sentimientos y los sentimientos del personaje
Una voz narrativa
El
dominio de la voz narrativa, que planteamos constantemente, va absolutamente
ligado a la credibilidad del lector.
Para
ello, hay que ponerse el situación, es decir, en la situación que “vive” el
personaje correspondiente en el momento (lo que es igual a decir: “en el
párrafo, en la secuencia”) correspondiente.
Ponerse
en situación en el caso del autorretrato es entender lo que el personaje que
hace el retrato de él mismo, que se presenta de esta manera, puede y no puede
saber de sí mismo.
Recordar
La eficacia de la voz narrativa, también
cuando se trata del autorretrato, depende de cómo expresamos la información.
|
Lo no creíble
Teniendo
en cuenta lo anterior, un autorretrato es creíble siempre y cuando lo que
enuncie sea posible para el personaje.
Por
ejemplo, si enuncia:
“Soy alto,
cuando camino parezco un plumero, sobre todo de espaldas.
Voy avanzando
y me voy arqueando como un junco.
Cuando sea
viejo, no tendré dientes”
El
enunciado anterior no es creíble porque es una información que no puede
conocer. Al tratarse de un autorretrato, el personaje no debería saber qué
parece al caminar. Sólo en situaciones como las de la literatura fantástica, la
ciencia-ficción o en situaciones humorísticas, lo imposible pasa a ser creíble.
Para
que resultara creíble, el enunciado anterior podría plantearse de la siguiente
manera. Vamos a desglosarlo para que se entienda mejor:
·
alto
(lo sabe);
·
cuando
camino parezco un plumero (para que sea creíble, podría ser: “me parece que
cuando camino parezco un plumero”).
·
sobre
todo de espaldas (para que sea creíble, podría ser: “dicen que parezco un
plumero sobre todo de espaldas”).
Es
decir, que agregar un matiz de duda o de comentario ajeno hace que resulte
creíble la voz del autorretratado cuando habla de algo que no puede conocer.