lunes, 15 de octubre de 2012

Leer para escribir – Jorge Luis Borges – El infinito literario




“Sabemos que el lenguaje, como la luna, tiene siempre un hemisferio de sombra.”

                                                                                                          J. L. B.


La escritura borgiana es un incomparable estímulo para la invención narrativa. Su obra es una enciclopedia de la imaginación y una antología de la inteligencia. Borges identifica el libro y el mundo. ¿De qué modo? Concibe el mundo como un caos, donde el hombre está perdido como en un laberinto. Por lo tanto, la figura triunfadora es la del lector como descifrador del texto, o sea, del mundo. Al mismo tiempo, ha expresado su nostalgia de una novela ideal, libro infinito, fundada en el caos, en la contradicción en la que todos los desenlaces puedan producirse y cada uno de ellos sería el punto departida de nuevas bifurcaciones. Es un maestro del escribir breve. Usa la palabra más exacta, la que mejor dice lo que nombra, y la hace refulgir en el contexto. Condensa. Sugiere. Es preciso y conciso. Dice mucho con muy poco: para captar la precisión del lenguaje debemos detenernos en su producción.

1  Qué es escribir

Borges empezó a escribir narrativa fingiendo que el libro que quería escribir ya lo había escrito otro y él debía reseñarlo.
Para Borges el texto literario consiste exclusivamente en la sucesión de palabras que lo componen. De ahí su preocupación por elegir la más significativa. Al mismo tiempo, dice que un volumen de versos, por ejemplo, no es otra cosa que una sucesión de ejercicios mágicos. El modesto hechicero hace lo que puede con sus modestos medios. Una connotación desdichada, un acento erróneo, un matiz, pueden quebrar el conjuro. Entiende la magia como un arduo trabajo para aprehender el conjuro de las palabras, para otorgar forma y estructura a sus vivencias.


2  Los temas centrales

Cuatro temas centrales: el caos, el infinito, la personalidad y el tiempo, constituyen el orbe borgiano. Los expresa fundamentalmente a través de párrafos sintéticos, variedad de ritmos y movimientos sintácticos, y adjetivos inesperados.

1    El caos y el cosmos
Frente al caos de la realidad opone el orden en la ficción para buscarle un sentido. Varios de sus cuentos se centran en e absurdo universo donde nos toca vivir: por ejemplo, la lotería que rige los destinos de los babilonios en un mundo dependiente del azar (en La lotería de Babilonia); la monstruosa biblioteca de Babel; el extraño palacio donde medita el solitario Asterión; o la ciudad de Los inmortales.

2   El infinito:
Toda realidad se disuelve en el infinito; todas las metas en el mundo son inalcanzables, por eso él habla de malvado infinito. Borges lo convoca, lo alude o lo desarrolla como argumento para conjurarlo.

3   La personalidad:
Para liberarnos de este mundo, Borges se propone anular el individualismo y, en este sentido, emplea las enumeraciones y las superposiciones. “Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres”.

4   El tiempo:
La idea que nos trasmite Borges es que el tiempo es el constituyente del hombre: el ser humano está integrado por las horas. Sin embargo, tiene también una función desintegradora. Intenta sintetizar lo que somos en el presente más lo que hemos sido a través de la Historia.


3  El enfoque narrativo

Las vertientes narrativas de la ficción borgiana son, principalmente, la policiaca y la fantástica:

1    La policiaca:
El verdadero enigma está constituido por el trabajo mental del detective en torno a sí mismo. En realidad, como en Emma Zunz, suele violar el género policial: en lugar de plantear de entrada un enigma, el relato avanza hacia el enigma que al final no se desvela al haber dos posibles desenlaces.

2   La fantástica:
¿A partir de qué procedimientos constituye Borges el territorio de lo fantástico?: mezcla autores verdaderos y apócrifos, seres históricos y ficticios; utiliza citas falsas; introduce la pesadilla; se vale de los espejos y de los sueños, de las conjeturas, de la duda, de los paréntesis para desarrollar los finales abiertos, típicos de la literatura fantástica de nuestro siglo.



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